El 2020 marcó un antes y un después en la forma en la que concebimos el mundo. La transformación digital que esperábamos vivir en un futuro, se convirtió en nuestro presente. Presenciamos y vivimos una revolución sin precedentes: las tiendas físicas se transformaron en ecommerce, las salas de cine se convirtieron en las salas de nuestros hogares, el personal médico nos visitaba a través de una pantalla y nuestro mundo se transformó digitalmente. Mientras que muchos pasamos días y meses en cuarentenas interminables, los equipos de desarrollo de empresas de base tecnológica tenían a sus equipos trabajando de lleno para aprovechar la crisis y convertirla en una oportunidad.
Esta digitalización, casi que forzada, puso en evidencia el déficit de talento humano con conocimientos en programación o de personas capacitadas. Miles de empresas alrededor del mundo están pidiendo a gritos personas que tengan los conocimientos para llevarlas a la revolución 4.0. Sin embargo, esta búsqueda está saliendo muy cara, los salarios de los desarrolladores han aumentado más de un 30% en el último año. Los costos no son el único problema, también es la oferta, hasta el punto en el que entre empresas se pelean por obtener el talento humano, pues las personas capacitadas no alcanzan a cubrir la demanda.
Lo pongo de la siguiente manera, según el Banco Interamericano de Desarrollo, se necesitarán alrededor de 1.2 millones de desarrolladores de software en Latinoamérica para el año 2025 y así suplir la demanda. ¡En Latinoamérica! Tengamos en cuenta dos cosas, el 2025 es en menos de 4 años y el panorama no es alentador. Las cifras que existen, demuestran que las personas graduadas de ingeniería son muy pocas, por ejemplo, para el 2014 se estimaba que 6.500 ingenieros e ingenieras se graduaban al año en Argentina (según el Consejo Federal de Decanos de Ingeniería), mientras que en Colombia se graduaban 66.000, de las cuales 14.000 se enfocaban en áreas de tecnología.
Para el 2015, se estimaba que en Perú el 25% de los jóvenes universitarios escogían carreras relacionadas con ingeniería y en el 2020 se graduaron 24.000 ingenieros en México. Debemos tener en cuenta que estos datos son de personas graduadas de los diferentes tipos de ingeniería, es decir que las personas que se especializan en ingeniería de sistemas u otras ingenierías de tecnología son muchas menos. Haciendo cuentas rápidas y a simple vista, estamos lejos de suplir la demanda. Y si habláramos de la brecha de género que existe, los datos son aún más desalentadores.
¿Qué está pasando? ¿Por qué no hay suficiente personal capacitado?¿Por qué nuestros jóvenes no se están formando en carreras de ciencia y tecnología? ¿En dónde la estamos embarrando? Muchas preguntas y respuestas no tan claras.
Hace unos años, las profesiones del futuro no eran digitales, eran profesiones de tradición como la administración, la medicina y el derecho (abogacía). Tanto así que en Latinoamérica se encuentran los dos países con más abogados per cápita del mundo. Según lo afirma el Centro de Estudios de Justicia en las Américas, para el 2018 Costa Rica lideraba la lista, pues por cada 100.000 habitantes, 389 eran abogados, Colombia seguía después teniendo 356 abogados por cada 100.000 habitantes. En otros países (teniendo en cuenta el mismo número de habitantes) la cifra no disminuye, Brasil contaba con 327, Perú con 250 y Argentina con 305. Si comparamos estas cifras con el número de ingenieros que se gradúan, tendríamos un panorama desmotivante. Solo en Colombia, se estima que por cada tres o cuatro abogados graduados hay un ingeniero.
En un mundo digital, debemos apostarle a personas que puedan ayudarnos a desarrollarlo. Para poder hacerlo necesitamos gente que entienda, programe y cree la tecnología. Debemos entender que el lenguaje del futuro, de ahora en realidad, es la programación. Así como a los niños se les enseña inglés y otros idiomas, es muy importante que aprendan programación. El futuro se escribe en código, saber leerlo y escribirlo será más que un valor agregado. Debemos apuntar a que nuestras próximas generaciones tengan la capacidad de crear y contribuir al crecimiento de empresas que sean competitivas a nivel global.
Cuando hablo de programación no solo estoy hablando de la ingeniería de sistemas, estoy hablando de entender los lenguajes de programación, de saber hacerlo, poder escribir código, entender cómo funciona y sobre todo saber aplicarlo a las diferentes esferas de la vida y las profesiones. La programación puede ser aplicada en la medicina, el periodismo, el diseño e incluso en el arte. Debemos impulsar a que nuestras niñas y niños entiendan el uso de la programación y lo vean como algo necesario. Por ejemplo, en Crack The Code le enseñamos programación a los niños a través de sus videojuegos favoritos, para que así no solo vean a la tecnología como una herramienta de recreación, sino también como crecimiento, desarrollo y creación.
Como padres, profesionales y empresarios, debemos impulsar el uso de la tecnología y el desarrollo de las habilidades digitales en todas y todos, pero sobre todo en las futuras generaciones. Si un niño no sabe desarrollar tecnología, no va a tener la misma cantidad de oportunidades que un niño que sí sepa hacerlo. Los países, empresas y colegios no están haciendo lo suficiente para poder solucionar la brecha de demanda, son muy pocos los colegios que tienen un enfoque en programación. Queremos que nuestros niños y niñas se gradúen sabiendo desarrollar tecnología y sabiendo cómo funciona, que le den un uso responsable.
De hecho, esta es una de las razones por las que decidimos crear Crack The Code hace tres años, para poder brindar conocimientos de programación a los niños y niñas desde los 5 años. Creemos que podemos transformar la educación tecnológica en Latinoamérica con el objetivo de motivarlos a ser creadores de su futuro.
Como padres, debemos exigir una calidad educativa que prepare a nuestros niños y niñas para ser realmente competitivos en un mercado agresivo y enorme. Hay que ampliar los horizontes y estar al tanto de un mundo que cambia y cambia cada vez más rápido. Tenemos que pensar qué es lo que queremos para nuestra región, para nuestros países. La innovación latinoamericana no tiene límites, emprendimientos como Nubank, Mercado Libre, Rappi y Globant, son solo un ejemplo del potencial y talento que existe en la región. No me canso de decirlo, no todas las personas que aprendan código deben ser ingenieros, pero las que decidan aprenderlo ganarán habilidades para el siglo XXI.
Mi invitación como mujer, madre y empresaria de tecnología es a entender la necesidad que tenemos de aprender programación y de enseñarla como si fuera matemáticas o ciencias. Debemos poner las estadísticas de nuestro lado e impulsar el estudio de ingeniería y programación. La demanda está, los salarios también, lo que necesitamos es personal capacitado. Dejemos el estereotipo que tenemos de los y las programadoras y entendamos que la era digital ya está acá y la tecnología nos rodea e invade. Convirtamos a Latinoamérica en una región que pueda competir y crear su propia tecnología.
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